Para la primera noche no está de más echarse una vuelta a la Revo (Calle Revolución) en el centro. Justo donde está el arco del que pende un reloj digital que funcionó una semana pero costó más del millón de pesos mexicanos. Aquí reconoces las locaciones en que el payaso Krusty trajo a los niños de su campamento al lugar “más divertido del mundo: Tijuana”.

En estas calles está el Dragón rojo, con sus noches de jazz latino en el segundo nivel y la radiola en la planta baja, sus pinturas de mujeres en películas de ficheras, y comienza a dar una idea de que la onda nocturna es alternativa, fotógrafas con acento extranjero se sientan en tu mesa a beber y te muestran postales de las últimas imágenes que han tomado en barrios pobres y tugurios donde la única luz son lámparas clavadas en las paredes. ¿Qué es cultura popular y qué es pobreza?

Una rubia que se contonea al ritmo del jazz latino en vivo, y con más piercings que ganchos en un clóset saluda con una mirada a todos los que recién llegan al segundo nivel. Como yo no la conozco, inmediatamente me frikeo ante el saludo.

Un par de cervezas más y ya estoy apoyado en una barra que más bien es el boquete desde el cual se puede ver el nivel inferior, con los adornos de madera y piel curtida colgados entre las botellas del mostrador tras la barra.

Un ranchero está consolando a otro y los dos apretujan los extremos de sus cuerpos. Puede ser que estén demasiado ebrios y para no caer se sostienen el uno al otro. Viendo este tipo de ambiente me dan ganas de beber hasta reventar como en mi propia ciudad, pero no se me va la idea de que aquí soy un extraño; ya apenas un día anterior me detuvieron tres policías cuando iba saliendo de La Mezcalera. Este es un antro cervecero en el que las paredes tienen vírgenes a manera de decoración. Odio estar de pie en una cantina: Eso no es chido.

En un lugar como La Mezcalera te puedes encontrar a personalidades de la literatura juvenil como Gabriela Torres y Omar Pimienta. Tardé una noche más en averiguar que justo frente al lugar donde me detuvieron los policías hay un sótano al que llaman El Zacazonapan. Ahí dentro venden caguamas y cigarros. Se puede beber cerveza y fumar lo que quieras (en serio lo que quieras). Si los hombres de la ley me preguntaron de dónde era, qué venía a hacer a Tijuana y cuándo había llegado (además de verme las manos y checar mi credencial de elector), al menos ya sabré para la otra que es más seguro estar dentro de un fumador de mota que en la calle.

Si caminas varias calles más, hasta la Calle Sexta, encontrarás varios salones de baile y más cantinas. Uno de estos salones de baile es La Estrella (la misma de la novela “La estrella de la calle sexta”, escrita por Luis Humberto Crosswhite y editada por Tusquets). En este lugar te encuentras al mismo escritor Crosswhite acompañado por Rafa Saavedra haciendo turismo literario con amistades que les piden los lleve a conocer la Estrella de la calle sexta.

Para tabledance, resultan impresionantes El Hong Kong, que incluso tiene su propia canción, al ritmo de Chico Che (El Hong Kong, El Hong Kong, vamos todos, todos juntos al Hongo Kong…) y no se puede acabar la noche sin visitar El Adelitas, cuyos inversionistas son médicos en cirugía estética y como única manera de pago establecieron el cuerpomático para atender a la clientela. Todas tienen cuerpos de modelo conductora de Televisa. Ahí te encuentras a una “modelo” que entre bailes recorre las mesas bebiendo con clientes, vestida de niña, policía, militar, sirvienta, monja o viuda negra.

En los baños de El Adelitas, venden chicles, cigarros y souvenires como las playeras que tienen por el frente una fotografía de varios traseros y por el reverso el texto siguiente:

Amigas

Deseos

Estilo

Lo

Invita

Tierna

Amante

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